Sunday, March 28, 2010 1 comments

moving, all the people moving

Por dónde íbamos...ah sí! la mudanza.
Avi, tendrías que haber visto nuestro diminuto y viejo 4x4 (Suzuki Samurai del 1989) al frente del convoy guiando la operación mudanza. Desde el retrovisor, veíamos nuestra montaña de efectos personales tambalearse de un lado a otro. Yo iba de copiloto con una misión muy clara; aguantar una tele, un par de lámparas y 6 delicadas copas de vino entre la falda y los pies. A esto sumamos no quitarle jamás el ojo a la furgoneta por si entre bote y bote alguna de nuestras improvisadas bolsas de mudanza decidía darse a la fuga. Cada bote era un pequeño suplicio mental porque no podía dejar de repasar mentalmente lo que iba subido a esa furgoneta (es decir, lo poco que recordaba) imaginando el millón de piezas que podían descomponerse.
Algo que nunca prevés en un país así es lo complicado que puede llegar a ser hacer paquetes mínimamente dignos sin: a) bolsas de plástico (prohibí das en el país) y b) cajas de cartón de sobras (tuvimos que echar mano de todas las provisiones guardadas durante el año). Al final te ves envolviendo “la chatarra” en una sabana como hace Pingu cuando se va de excursión pero tamaño XXL. Un par de nudos caseros y pa’lante.
Un gran suspiro. Ahí estábamos, en nuestra nueva casa por fin. Agotados, le dedicamos un aplauso a la operación. Una casa, una oficina y un taller estaban a salvo tras dos duros días de trabajo.
En ese momento, en el que creías que lo más duro ya estaba hecho te acuerdas de Mary Poppins y le pides a Dios, a los astros o a quien sea que te esté oyendo desde ese remoto rincón de la tierra que con un chasquido de dedos las cosas se vayan colocando en su sitio. La montaña es infinita. Por mucho que mueves, arrastras, desempaquetas las primeras cosas, tienes la fuerza de un mosquito y parece que los bultos se multiplican como setas.
(continuará...)

Photograph by Roberto Neumiller. An army of migrant workers from some of Africa's poorest states make their way home from oil-rich Libya on the back of a lorry.
Thursday, March 25, 2010 3 comments

Avi, sigamos charlando...

Hace 5 años empecé un blog. En él pretendía contaros acerca de mi primera experiencia en Ruanda. De cómo de un viaje nació un proyecto inocente cargado de romanticismo. De cómo el romanticismo nos hizo idealistas y creímos que podríamos cambiar el mundo. De cómo el idealismo se fue tiñendo de realidad; de momentos muy duros, de momentos muy buenos pero en general de rutina y trabajo constante. De cómo al final lo que empezó inconsciente se convirtió en nuestra vida. Descubrimos que haciendo aquello que más nos gustaba hacíamos felices a los que nos rodean y a nosotros mismos.
Hay días en los que me cuesta escribir. Me cuesta encontrar la fuerza y la inspiración para hacerlo y acabo por no hacerlo. Hace dos semanas que el avi* se apagó. Él ha sido parte de este sueño desde que empezamos. Nuestro mentor, nuestro motor y nuestro confesor. Él fue quien abrió en mi madre una ventana a África. Juntos soñaron que un día harían un safari, cuando pocos se atrevían a atravesar sus aún desconocidas tierras. De no ser por él y por la pasión que creció en mi madre, yo no estaría en Ruanda hoy.
Avi, los miércoles eran nuestro día y quiero que sigan siéndolo. Eran el ecuador perfecto de una semana que siempre era distinta a la anterior. No sé dónde estás ahora avi pero yo te siento muy cerca. Aunque sólo pueda hablar yo, sigamos charlando como en la salita de Via Augusta. Tras una sabrosa comida de Lati. Con “el cor de la ciutat de fondo” y los precioso ojos grandes del avia mirándonos de rato en rato. Cuanto añoro esos pequeños momento. Tengo tantas cosas que contarte…
Avi* - abuelo para los Barceló
Wednesday, March 17, 2010 1 comments

TIA: this is Africa

Alguien me dijo un día que las malas noticias son muy cobardes, nunca vienen solas. Supongo que tenía razón pero... no debe ser fácil. Siempre despreciamos "los momentos malos". Llaman a la puerta y nunca son bienvenidos. Aún así, siempre que miramos atrás después de una gran tormenta “casi” agradecemos lo vivido porque nos recoloca en el espacio y en el tiempo. A menudo en un lugar mejor que de no ser por el drama jamás habríamos encontrado. Entre dientes y con la cabeza gacha tendremos que dar las gracias.
Esta es la historia de nuestro pequeño drama.
Parte 1
A finales de enero dejábamos nuestra antigua casa. Aquella que vio nacer el proyecto y dar sus primeros pasos. El espacio se nos había quedado pequeño. Me invadió la nostalgia prematura y la comodonería. Hice un amaguito de quedarme anclada a la escalera como una niña de 5 años que hace pucheros. No duró mucho.
A lo lejos oigo un “Dios mío!!!” seguido de “Inés tienes que ver esto!!!”
Y ahí estaba. Anclada también a nuestro jardín una bomba de mortero de tiempos de guerra. Nunca llegó a explotar. "Reposaba" clavada al suelo toda pancha, ahí donde nuestras dos perras se tumbaban a la sombra de un gran aguacatero en horas de siesta canina.
Llamamos a los militares ruandeses con una facilidad desconcertante, casi como si marcando un “081” atendieran tus percales bélicos caseros.
“Buenos días, esto….verá General, hay una bomba de mortero en mi jardín”
“De mortero dice? Ahora mismo venimos, pongan un cubo de plástico encima y manténganse alejados de la zona hasta que lleguemos.”
“Gracias General”
Y ahí estábamos todos con cara de imbéciles, sin quitarle el ojo a un cubo rosa de plástico tirado en el suelo. Inevitablemente no dejámos de pensar en las siestas caninas, los partidos de bádminton, el proyecto de proyecto de tienda en el jardín que nunca salió y tantos otros momentos en los que nunca supimos que con un solo golpe desafortunado tendríamos ahora un agujero perfecto para una piscina improvisada en el jardín de casa.
Vinieron los militares y la sacaron sin fuegos artificiales. Rápido, fácil y poco traumático. Casi como sacar una cebolla del huerto, vamos, como si de toda la vida.
La bomba me arrancó de la escalera, de mi tontería pasajera y de la casa. Partimos hacía el nuevo hogar. Nunca imaginé que un año de vida ocupara solo tres camionetas llenas. Sabíais que los ruandeses tienen un máster en mudanzas y otro en el Tetris? Mucho más de lo que se necesita para llevar una vida nomádica.
(Continuará…)
 
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